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1993: Cuando Maiden se tambaleó.

Publicado por: Nomad 1978 en 19 de Mar de 2018, 20:12:00 pm


Iron Maiden transitaban en los inicios de los años 90 del pasado siglo por una etapa en la que su popularidad en el panorama internacional declinaba. Esto era debido en parte al cambio de rumbo deliberado en su música, y por otra parte al surgimiento de otros movimientos musicales en la escena del rock que fueron desplazando a las bandas más importantes de heavy metal, algo parecido a lo que precisamente bandas como Iron Maiden habían hecho a su vez entre finales de los 70 y principios de los 80 en relación con las grandes nombres del hard rock (Black Sabbath, Deep Purple...). En cuanto al cambio de dirección musical, la Doncella había pasado del heavy metal refinado, elaborado y elegante de “Seventh son of a seventh son” al heavy rock más básico de “No prayer for the dying”, aderezado por la marcha de Adrian Smith y la venida de Janick Gers, sustitución que también marcaría significativamente un antes y un después en cuanto a composición y puesta en escena. Y de ahí, mejorando la producción, la banda continuó con un “Fear of the dark” que mantenía la línea de su predecesor en cuanto a un heavy rock sin demasiadas complicaciones, y que sólo recordaba a los Maiden de mediados de los 80 en cortes como “Be quick or be dead”, “Childhood’s end”, “The Fugitive” o el tema que da título al álbum. “Fear of the dark” vio la luz en mayo de 1992, teniendo una acogida más que aceptable, con un número 1 en UK y un número 12 en USA; pero se habían acabado las giras de grandes arenas, así como las tournées de más de 100 fechas. Con todo, “Fear of the dark” llevó a Maiden a ser cabezas de cartel en Donington por segunda vez en 4 años.



En cuanto al cambio en la escena del rock, los primeros años 90 se tiñeron de grunge, punk metal y metal alternativo. Bandas como Nirvana, Pearl Jam, Soundgarden, Faith no more, Sonic Youth, The Pixies, Smashing Pumpkins, Alice in Chains, Jane’s Addiction, Offspring, Green day, etc., saltaron a la palestra e inundaron casi todo, apoyados por una industria que se volcó absolutamente con ellas. En cualquier caso, todo hay que decirlo, buena parte de esos grupos desprendía una considerable dosis de calidad y talento, y muchos de ellos siguen en activo casi 30 años después, algo que no se puede decir de otros movimientos del rock anteriores como el punk o la NWOBHM. La irrupción de todas estas bandas desplazó notablemente al heavy metal del podio que había logrado a mediados de los 80, siendo sus máximos exponentes Iron Maiden, Judas Priest, Scorpions, Metallica y Megadeth entre otros. Sólo Los norteamericanos comandados por Hetfield y Ulrich, acompañados por las entonces máximas estrellas del hard rock californiano, Guns and Roses, mantuvieron el tipo entre 1990 y 1993 como representantes más visibles del heavy metal y el rock duro que habían dominado la escena a lo largo de la década anterior. Los demás grandes nombres, entre los que se encontraban Iron Maiden, siguieron en posiciones más o menos privilegiadas, pero ya algo lejos del éxito que habían cosechado unos pocos años antes.

Visto el contexto, los chicos de Harris estaban a lo suyo sin tener demasiado en cuenta las modas y las corrientes musicales, como acostumbraban a hacer desde los inicios de su carrera. Habían abandonado conscientemente la senda del heavy metal elegante, elaborado y más progresivo que nunca, para dirigirse hacia un heavy rock sin alardes y directo. Esto fue facilitado enormemente por la incorporación de un guitarrista impetuoso y clásico como Janick Gers, que no buscaba la excelencia compositiva ni musical con su instrumento, si bien flotaba en el aire una clara determinación de Harris y Dickinson para volver de alguna forma a sus raíces musicales, dejando de lado las influencias más progresivas. Tras la edición de “Fear of the dark” la banda se embarcó en su gira de promoción, mucho más corta de lo habitual (poco más de 60 fechas), pero que dejó un buen sabor de boca y legó para la posteridad un concierto en Donington Park más que disfrutable y paréntesis nostálgico contenido cuando Adrian Smith subió al escenario para tocar “Running Free”. A la postre, esta gira serviría para la grabación de “A real Live one”, disco en directo que recogía parte del setlist del tour “Fear of the Dark Tour” (temas editados desde 1986 hacia adelante), y grabado en diferentes localizaciones, todas ellas en Europa. De esta forma, el 4 de noviembre, en Tokio, la Doncella daba fin a su gira, imponiéndose un tiempo de descanso hasta el próximo lanzamiento.

Todo parecía estar en orden. Tras la sorpresa y la decepción que muchos sintieron con la publicación de “No prayer for the dying”, y luego de presenciar una gira bien diferente a lo que Maiden nos tenía acostumbrados, “Fear of the Dark” y “Fear of the Dark Tour” devolvieron de alguna forma a la banda a una actualidad que, sin gozar de la popularidad de años precedentes, les mantenía entre los grandes del heavy metal, al lado de Judas Priest y de algunas bandas de glam metal americanas que daban los últimos coletazos, pero a distancia de Metallica o Guns and Roses, quienes se embarcaron en giras mastodónticas arrasando por donde pasaban; estas dos bandas incluso organizaron un tour conjunto de casi 3 meses en 1992. Hacia las Navidades de ese año sonaba ya en los medios que el próximo lanzamiento de Maiden sería un disco en directo, lo cual era una alegría a medias, ya que apenas tres años antes habían publicado “Maiden England”; en cualquier caso, ofrecería un testimonio auditivo de cómo se comportaba la banda en directo tras la salida de Adrian Smith y la llegada de Janick Gers.



Pero los inicios de 1993 daban el aldabonazo de la marcha de Bruce Dickinson de la banda. Si ya la fuga de Smith a muchos nos había dejado helados, que el cantante de Maiden también abandonase el barco hizo temblar los cimientos de todo el mundo Maiden; y no estoy exagerando, pues el mismo Steve Harris tuvo dudas para continuar con el grupo, instante en el que el inquebrantable Dave Murray dejó patente su peso en la Doncella para acabar convenciendo a Steve de que la única opción era continuar con otro cantante. Los motivos de la decisión de Bruce se fundamentaban básicamente en la tensa relación que éste siempre mantuvo con Harris, algo que no era un secreto, así como su ambición para hacer una música menos encorsetada y más acorde con sus deseos artísticos. De hecho, Bruce ya había debutado en solitario en 1990 con “Tattoed Millionaire”, álbum en el que tuvimos conocimiento del guitarrista Janick Gers, y que mostraba la faceta más hardrockera y clásica del cantante. Tampoco era un secreto que Dickinson había intentado ampliar los horizontes musicales de Maiden en 1986, cuando se cocía el nuevo álbum, con partes instrumentales acústicas y apartadas del heavy metal más contemporáneo, intención que se vio cortada de raíz por Steve, lo que condujo a que Bruce no participase ni con una sola composición en “Somewhere in time”.

Así las cosas, la banda intentó mostrar aplomo y buen clima, anunciando una última gira con Bruce Dickinson en salas pequeñas europeas. Para el setlist  se recuperaron temas antiguos como “Transylvania”, “Remember tomorrow”, “Prowler”, o “Where the eagles dare”, y el tour finalizaría en los Pinewood Studios con un show denominado Raising Hell, en el que la banda intercaló entre los temas del setlist varios números de un espectáculo organizado por el mago británico Simon Drake. La gira fue irregular, con shows fantásticos y otros terribles, mostrando a un Dickinson desmotivado y, lo que era novedad, poco profesional en algunos conciertos. La gira terminó y cada quién se fue a su casa para reflexionar y pensar sobre el paso a seguir. Bruce inició su carrera fuera del abrigo de Maiden editando “Balls to Picasso”, mientras que la Doncella, tras una extraña búsqueda de nuevo vocalista, finalmente incorporaría a Blaze Bayley (Wolfsbane), el cual intentaría ganarse a los fans poniendo todo de su parte en los cortes de “The X Factor”. Al poco tiempo de que Bruce y Maiden separasen sus caminos comenzaron los reproches mutuos, sobre todo entre Bruce, Steve y Nicko McBrain, lo cual supuso un pequeño intercambio de manifestaciones que en ocasiones eran sonrojantes.



Siempre quedará la duda, totalmente irresoluble, de qué hubiera pasado si todo esto no hubiese ocurrido, si Harris hubiese dejado a Bruce cambiar algo las cosas, y mantener la formación sin fisuras. Lo cierto es que el tiempo puso todo en su lugar, considerando además que entre 1993 y 2000 el heavy metal sufrió un bajón de presencia, expectativas y bandas de calidad importante. Judas Priest también caían al abismo, lo cual provocó la salida de Halford de la banda; el power metal europeo se diluyó en un sinfín de bandas difíciles de discriminar salvo un par o tres (todo sonaba igual); Metallica dejó de lado su faceta más agresiva para intentar convertirse en una banda mainstream; el thrash volvió en cierta manera a deambular por un circuito casi de culto; el glam rock americano se agotó por saturación y falta de calidad… El grunge, el nu metal, el punk rock y el metal alternativo acapararon la escena casi sin despeinarse. Entre finales de los 90 y principios de los 2000 el heavy metal resurgió gracias a las bandas de metal progresivo, que daban una vuelta de tuerca al metal clásico de los 80, y fundiendo estilos consiguieron sobreponerse a una industria que, como había ocurrido antes con el punk, se ahogaba en sus propios vómitos mientras el grunge y el nu metal habían perdido todo interés. Maiden regresó en 1999 con Bruce y Adrian en sus filas, y no pudo ser el momento más ideal; lo vivido en los últimos 19 años lo atestigua.

Texto: Lesmes Manuel Rivas.

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